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Según un informe realizado por investigadores del Rensselaer Polytechnic Institute (EE.UU.), si en todo el mundo se reemplazaran todas las bombillas convencionales por las de tecnología LED, en 10 años se reduciría el consumo de carbón en casi 153 millones de kilolitros, se necesitarían 230 plantas nucleares menos y se reducirían unas 10 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Además se lograría un ahorro mundial de electricidad de 1.93 billones de dólares. Por tanto la iluminación LED favorece el medio ambiente y la conservación del planeta Tierra.
Las bombillas LED no dañan el medio ambiente, ya que no poseen tóxicos en su composición. Cumplen con las regulaciones ROHS, lo que significa que no tienen ninguno de los metales pesados como el plomo, mercurio o cadmio.
Las bombillas fluorescentes compactas (CFL) contienen pequeñas cantidades de mercurio; una neurotoxina que puede causar daños en el riñón y en el cerebro; y deben ser desechadas de acuerdo con las regulaciones para sustancias peligrosas. Los LEDs, por el contrario pueden ser desechados de forma segura en la basura.
Los LEDs tienen una duración de más de 70.000 horas. Para una casa puede significar cambiar las bombillas cada 15-30 años. En promedio duran 50 a 75 veces más que las bombillas incandescentes y 10 veces más que las bombillas CFL, lo que significa mucho menos basura en los vertederos.
Las bombillas incandescentes y las CFL utilizan solamente el 10% de cada vatio para iluminar, el resto se va en calor, mientras la iluminación LED utiliza 90% para iluminar y solamente el 10% de calor.
Beneficio directo de esto: no desperdicia la energía y ahorra en espacios climatizados.